La Patata venía este fin de semana a Madrid para celebrar los fastos de su cumpleaños, como viene siendo normal. Es fantástico que, por mucho que viva en BCN, todavía parezca que -para algunas cosas- sigue viviendo en Madrid. Así que, hasta el día de la cita (el sábado) estábamos emplazados a descansar como Dios manda para poder darlo todo en su fiesta. Y es que la Patata tira mucho.
La vorágine empezó el mismo sábado por la tarde, cuando
Ann,
Flat,
Piscu y yo nos dirigimos a una tienda a comprar su regalo. En el sitio escogido para comprar su presente los cuatro nos enamoramos del dependiente, que además era un tipo simpatiquísimo. Pero lo más importante es que estaba como un queso. Babeamos lo justo y necesario, pasamos un poquito más de rato del debido en la tienda y después él se despidió amablemente. Madre mía, yo me hubiese lanzado a su cuello. Pero no pudo ser. Así que
Ann y yo regresamos a casa y pasamos por
los chinos de enfrente, que son como una ciudad en sí mismos debido al tamaño del local. Allí nos hicimos con un par de cinturones modernísimos de esos que en cualquier tienda te costarían 30€ por tan solo 2.50€ (y hablo en serio, son lo más) y compramos a la
Patata un pony precioso llamado
"My little Pony", con su cepillo y todo, y su color rosa y su bien de purpurina.
El resto de la noche transcurrió tal que así: cenamos en el
Marichino de Hortaleza, armamos un escándalo bestial (evidente, éramos tantas personas que podríamos haber sido una boda), intentamos ir al bingo (nos hemos hecho fans) pero no pudimos porque había más gente que carnets de identidad, un cajero me rechazó la tarjeta por
"bloqueo del PIN" sólo habiéndolo metido una vez (no entiendo nada) y tuve que pedir e incluso robar a mis amigos y ya por fin, terminamos en el
Gris. Allí me vicié al futbolín con unos que me preguntaron si quería jugar con ellos, y me lo pasé fenomenal. Flipaban un poco porque yo me he criado en los bajos fondos en realidad, y he chupado mucho futbolín, así que juego medianamente bien. Nuestra pareja rival (al otro lado estábamos
Nani y yo) eran dos chicos bastante monos y bastante jovencitos, pero al final no pasó nada con ninguno, y eso que también nos vimos en un sitio a que fuimos después. Yo me enamoré un poco, pero no me lancé ni nada. Al final de la entrada sabréis porqué...
Total, que chaparon el
Gris y salimos en mitad del tormentón a la primera cola que encontramos. Entramos ahí un poco de coña, y nos divertimos, pero todavía no puedo entender que con la cantidad de homosexuales que había allí, ninguno me llamase la más mínima atención (excepto los chicos que habían estado primero en el
Gris, claro). Nos reímos mucho escuchando música caspa y dándonos cuenta de que, después de muchos años que llevamos sin ir (algunos hasta 10), siguen poniendo las mismas canciones en el mismo orden, con su parón típico de boda para las sevillanas. Hay que ver lo que le gusta a un maricón mover la muñeca.
Cuando dieron las seis de la mañana, dijimos todos "
me voy, me voy a casa, que me, que me cago" y nos marchamos cada uno por un lado: unos a caballito, otros haciendo llamadas imposibles a las tantas y otros montando un escándalo de risotadas en el metro (
Ann,
Patata y yo). Cuando por fin
Ann y yo despedimos a la
Patata y caminábamos hasta nuestra flamante casa, tuvimos una conversación sobre los chicos del futbolín.
¿Y cómo es que no te has lanzado a por ninguno de los dos?, decía
Ann. Y yo, completamente sobrio ya y con voz muy afectada le dije:
Ann, mira, no tengo edad para esto. Cualquiera de los dos era más joven que yo. ¿Tú crees que me merezco que me llegue mi punto de inflexión a los 24? Porque yo creo que no.Y ahí está el quid de la cuestión. No puedo dejar que llegue ya mi punto de inflexión, el momento en el que me empezarán a gustar los que son más pequeños que yo. Que eso significa que te estás haciendo mayor.
[Mood:
Ann tiene hoy una entrevista importantísima. GO, ANN, GO!!!][My iPod says: Dover - Do ya]