Este fin de semana, como bien anunciaba, al final me toco viajar. Empezó siendo una de
"si quieres puedes ir a Ibiza" y terminó siendo un
"cancela todo, que te vas a Milán sí o sí el domingo". Vamos, que un viaje de placer se convirtió en uno de trabajo a lo largo de la mañana. El sábado me acosté pronto, por aquello de no quedarme dormido y perder el vuelo, que es algo a lo que tengo muchísimo miedo, pero a pesar de tener tres despertadores puestos, no conseguí relajarme lo suficiente como para dormir sin despertarme en ningún momento.
Ann O'nadada por su parte, puso su granito de arena trayéndose señores a casa y dejando la TV encendida a todo volumen. Hay que ver, qué majo es este compañero de piso mío.
Total, que llego al aeropuerto a la hora, facturo y me meto a esperar. Qué
coñata los aeropuertos, eso de esperar tanto tiempo, que es un peñazo. Sobre todo yo, que soy de llegar prontísimo, no sea que me quede en tierra. A los veinte minutos de sentarme relajadamente con mi Nintendo DS, empecé a escuchar por megafonía
"Señor Farala, por favor, preséntese en los mostradores de información de nuestra compañía". A mí ya me entraron los siete males, yo acojonaíto porque creía que no me iban a dejar volar porque había violado las leyes de seguridad aérea o algo, y casi me cago vivo. Al final, resutó que es que el tipo me había facturado con otro nombre parecido al mío. Yo todavía no lo entiendo, ¡si mi DNI no coincidía! pero así lo hizo él. Si yo por ejemplo me llamo
Juan Pedro Pérez Ampuero (poned en el segundo apellido algo así rarillo, que mi segundo es muy raro) y en el billete sale todo eso, el tío se quedó tan a gusto facturándome por un
Pedro Pérez que viajaba también en el avión.
No he comentado todavía lo del metro del aeropuerto. Qué vergüenza, qué indignación y QUÉ FUERTE. Desde el día 3 de mayo, yo sabía que había que pagar un suplemento para entrar a la T4, pero resulta que
también por entrar a las otras tres terminales desde el metro, aunque no uses las nuevas instalaciones. Yo no daba crédito. ¿Alguien puede entender que a un viajero con un metrobús, de un mes para otro, el billete le cueste un 120% más? A mí, personalmente, me parece una barbaridad, y una vergüenza. Y claro, unas colas para comprar el billete suplemento que aquello parecía más bien la Estación Central de Camboya que el Aeropuerto de Barajas. Si al final es verdad que vivimos en un país de pandereta muy cutre.
Bueno, a lo que íbamos. Llego a Milán Linate (qué aeropuerto más cutre, por favor) y allí está esperándome un señor con pinta de mafioso y con mi nombre escrito en un papel. Me acerco, me coge la maleta y tenemos una pequeña charla:
-¿Hablas italiano? -No. -Pues súbete en mi coche. A mí me dio un poco de miedo, pero como iba trajeadísimo y el coche era un Mercedes de caerse
p'atrás, pues me monté. Me llevó al hotel, y yo mientras tanto en el asiento de atrás mirando el paisaje y eso, en plan señorona. Es raro, porque en los viajes estos nunca sé si debería hablar al chófer o no, pero ayer la Patata me confirmó que no, que jamás. Y que si lo intentan, responda en modo taxi:
-Qué frío hace, ¿verdad? -Sí. -Qué fuerte lo de las elecciones, ¿no? -Sí.Al final llegamos al hotel y resultó ser una maravilla. El tipo me llevó la maleta hasta la recepción y nada, yo hice el
check-in y me subí a mi habitación. El hotel era una antigua fábrica y resultaba un poco lioso a la hora de encontrar tu habitación, pero por dentro era precioso, todo de diseño y con unos detalles estupendos (la ducha caía de una especie de luz en el techo, la pantalla de la tele era la hostia...) Está un poco lejos de la zona centro, pero muy cerca del moderneo por lo visto.
Aquí os dejo un link. Yo lo recomiendo, pese a lo que nos sucedió después...
Me quedé un poco sopa hasta las 19 (estaba derrotado) y me levanté para ducharme y prepararme para la cena. Bajé al hall, conocí a los periodistas que como yo estaban en el viaje y eso, y nos fuimos a la cena, que fue en un sitio de comida Lombarda tradicional donde nos pusimos como el Kiko. Todo muy rico. Después nos volvimos para el hotel (fue un fallo que no tuviesen programada una copita o algo, la verdad, porque apetecía) y cuando llegamos yo me senté en una especie de terraza a hablar con unos cuantos y otros se subieron a dormir. Entonces sucedió la tragedia: empezamos a oír por los altavoces
"por favor, desalojen el hotel ordenadamente" en seis idiomas diferentes. Yo me asusté un poco, pero bueno, más por las cosas que tenía en la habitación que por mí, que en el fondo estaba en un jardín en la planta de abajo. Empezamos a ver cómo algunos de los huéspedes bajaban descalzos y cómo en el hall caía agua a porrillo. Resulta que habían saltado lo aspersores antiincendios en la segunda planta por error o no sé qué y que se estaba inundando todo con un torno. Una hora y media después se arregló, nos volvimos a dormir y yo me percaté que la moqueta de mi planta hacía
chof chof chof a mi paso. Por suerte, mi habitación estaba sequísima.
A la mañana siguiente, palizón. Ruedas de prensa,
meetings, canapés,
cocktails y otra vez al aeropuerto corriendo. He llegado destrozado. Hecho una pena. De hecho hoy, sólo tengo ganas de irme a sobar.
[Mood: Viajes de 24 horas nunca máis][My iPod says: De momento nada, que estoy pendiente de la puerta para que me traigan un paquete]