El otro día mi novio se compró todas las revistas esas modernas y de moda habidas y por haber. Yo la verdad es que, por muy periodista que sea y por mucho que me guste el mundillo, las vengo leyendo entre poco y nada. No sé exactamente el motivo, pero es que no termino de encontrar una que me guste de verdad y que hable de cosas que me interesen. Normalmente, de cada revista, quitaría en torno a un 70%. Y claro, pagar el pastizal que cuestan para que no me guste más de la mitad del contenido, pues no me parece plan. Que está la cosa muy mal.
Total, que como el pobre las había dejado en la mesa del salón y yo le había pillado desprevenido, las eché un ojo. Y qué desfase, la verdad. No tengo palabras para describir algunas de las cosas que vi.
Empecé con una que yo creía que tenía un poco la voz cantante y que a juicio de mis amigos, entendidos en estos lares, estaba especialmente lograda. Sin embargo, según iba pasando las páginas veía que, si bien por un lado se sentían realmente alternativos porque gozaban de una libertad inusitada a la hora de escribir y utilizar a diestro y siniestro la palabra 'follar' (que qué palabra más fea así, escrita, por mucho que la pronunciemos), el resto era todo un poco bazofia. Salían desde Fran Perea hasta Dani Martín pasando por Ricky Martin. Si esta gente es la vanguardia, la tendencia y a la que hay que prestar atención, a mí que vengan y me lo expliquen. Certifiqué, además, alguna falta de mecanografía al escribir los nombres de grupos de los que yo no tengo ningún disco ni ninguna noción, pero que sé perfectamente cómo se escriben. Y si no lo sabes, pues ahí tienes a tu amigo Gooooogle, que la gente paga tres euros y pico por leer Arab Strap con 'p' al final, so mamón(a).
Cuando cogí la segunda, ya estaba bastante desencantado. La hojeé (sí, también se escribe con hache, I swear it) y no me pareció tan mala como la anterior. Aunque he de reconocer que no me estaba dedicando a leer precisamente nada. De repente llegué a una página de esas de misceláneas donde encontré un artículo que me llamó la atención y que trataba sobre el Nike+ iPod, un chisme para conectar el iPod y hacer ejercicio y no sé qué. No me preguntéis el motivo, pero me detuve en ese breve y lo leí detenidamente, sin ninguna razón aparente. Ahí fue donde terminé de sulfurarme. El texto tendría, aproximadamente, unas 120 palabras y:
1) A las zapatillas de deporte las llamaban 'zapas', lo que -es cierto- puede tener su gracia una vez o incluso dos.
2) El término iPod estaba repetido -en un espacio de cuatro frases-, unas tres veces.
3) El término 'zapa' estaba repetido, en todo el texto, entre 10 o 12 veces. Vamos, que esta persona no sabe qué es un diccionario de sinónimos. ¿No podía haber puesto alguna vez 'zapatilla de deporte', 'deportivas' o 'calzado deportivo'? Más que nada, para evitar el empacho.
Terminé de echarles un vistazo a estas publicaciones con sentimientos encontrados. Por un lado, me jode que esta gente se autoproclame icono de la modernidad y del saber estar. ¿Pero de qué van? Por otro, me alegré un poco: si hay gente de esta calaña currando en sitios como estos, alguien se fijará -antes o después- en mi incipiente talento. Que hay que ponerle un poquito de interés a lo que haces, coñe.
[Mood: Vaya tela, tíos]
[My iPod says: I thought you were my boyfriend / The Magnetic Fields]